lunes, 17 de octubre de 2011

Ensayo Acerca del Documento de Aparecida


“Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”
  
En Aparecida se ha llevado acabo la V conferencia general del episcopado latinoamericano y del caribe, la cual, empezó el 13 de mayo con el discurso inaugural de Su Santidad Benedicto XVI, y termino el 31 del mismo mes en el año de 2007.
Fueron muchos los temas que se trataron pero en resumen y cómo objetivo es la misión continental, llevar a conocer a Cristo a todas las gentes, sin importar clases sociales, antes bien, llegar a marginados, personas de la calle, etc, promover en el ámbito político la justicia social para que todos los seres humanos tengas las mismas posibilidades de surgir, no sólo económicamente sino que también dignamente. Este es el llamado que nos ha hecho el Señor a todos los cristianos, quienes la hemos recibido y acogido.
Por esta razón, nos corresponde ser sus discípulos misioneros y entregar esa Buena Noticia a todos. Ser discípulos misioneros implica mucho más que un anuncio, también implica una acción: trabajar para contribuir a la dignidad de todo ser humano. Pero este trabajo no debe ser sólo de unos pocos sino que todos debemos alentar a nuestros amigos, familiares y aquellas personas de buena voluntad  que nos ayuden en esta labor, para que nuestros pueblos en Cristo tengan vida (Jn 14,16). Es la invitación que nos han hecho los obispos de América latina.  
desde otra perspectiva podría decirse que esta conferencia episcopal ha sido un encuentro donde se demuestra el amor a Cristo y a la Iglesia, y donde se rescata  mucho la unidad que hay entre el episcopado de América latina.
Después de este gran encuentro del episcopado este documento que ha quedado seguro que va a ser luz y aliento para una buena evangelización en estos años que nos han tocado, ya que en el encontramos numerosas y muy importantes indicaciones pastorales, motivadas con grandes reflexiones muy sabias de parte del Espiritusanto a través de nuestros obispos, dadas para el momento actual que se vive en el contexto social en América latina, por eso voy a tratar de ahondar en algunos de los temas más importantes, especialmente en el ser de los Discípulos Misioneros.
Discurso Inaugural del Papa Benedicto XVl:
En el discurso inaugural vemos como El Papa resalta la fe en los latinoamericanos, como ha surgido y se ha desarrollado la fe cristiana en las diversas culturas latinoamericanas, Teniendo en cuenta sus tradiciones, historia y lengua, sobre todo su identidad.  Enfocándonos más en términos reales, las creencias han caracterizado a los latinos por su alegría y generosidad. El Papa exhorta a los latinos a vivir como lo propone cristo en su palabra, invitándonos a ser discípulos y misioneros para los hermanos que carezcan del conocimiento de la verdad. Además hace una invitación en general  para que seamos testigos de la fe y reflejo de su amor. Nuevamente su santidad Benedicto XVI promueve la iniciativa a las gentes en donde dice que debemos ser anunciadores del evangelio de cristo, la tarea de ser discípulos evangelizadores no es para algunos, sino para todas las personas[1].
La misión que tenemos al ser discípulos misioneros:
La persona de Jesucristo: Él es la única razón, Él es el Hijo de Dios verdadero, el único Salvador de la humanidad. La importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad, consiste en que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. “Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad”[2]. Por lo tanto, nosotros debemos convertirnos en discípulos misioneros de Jesucristo, pero antes tener un encuentro personal con su persona, tenemos que estar enamorados de Cristo y estar convencidos que no hay vida fuera de Él, porque Él mismo es la vida, que no hay camino fuera de Él, porque Él mismo es el camino, que no hay otra verdad fuera de Él, porque Él mismo es la verdad.
En consecuencia, al estar viviendo esto en la realidad de nuestra existencia, podremos cumplir con aquello que nos asegura nuestra iglesia, tal vez tenemos muchos problemas en nuestra sociedad, tal vez aquejan a las gentes de nuestros pueblos muchos problemas, la gente no vive bien, la gente no es feliz, pero hay una solución y no hay otra fuera de ella, aquella solución ha sido siempre la misma desde la historia de nuestra iglesia, esa solución es una persona, su nombre es Jesucristo y el mismo lo dijo “Yo Soy el Camino la Verdad y la Vida”(Jn 16,4).
Por lo tanto, nuestra misión como discípulos misioneros es llevar a la sociedad, es hacer conocer a nuestras gentes, porque aquel camino que han estado buscando aquella verdad, aquella vida, les ha llevado a estar en la calle, a tener un sin número de vicios, a estar con esa desazón, con esas pocas ganas de vivir, siendo esto así, tenemos que llevar aquello de lo que estamos convencidos, y es hacer conocer a Jesucristo porque el si es el verdadero Camino, Verdad y Vida, en consecuencia, procurar el enamoramiento a nuestra iglesia ya que en ella encontramos mas perfectamente, más viva y en su plenitud a la persona de Jesucristo con su realeza e infinitas bondades.
De ahí que, al haber cumplido con esta misión y las personas al menos estén prestas a abrir su corazón a la vida nueva que se va a encontrar en Cristo, podremos estar seguros de: la vida nueva en Jesucristo que toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana “en su dimensión personal, familiar, social y cultural”. Para ello, hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra. Sólo así, manifestaremos que la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza. Porque “Él es el Viviente, que camina a nuestro lado, descubriéndonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muerte, de la alegría y de la fiesta”. La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia y, así, brota una gratitud sincera[3].

Siendo esto así, lograremos tener la sociedad tan anhelada por Dios, por la iglesia y por cada uno de nosotros, donde las gentes vallan siempre con un rumbo y un ideal que les ayude a alcanzar sus metas, teniendo su vida configurada con Cristo, por consiguiente, sabiendo que su deseo de eternidad será saciado totalmente en el Señor nuestro Dios, y en consecuencia, la gente vivirá de acuerdo a los mandatos de Dios de tal manera que, tendremos una sociedad como Dios quiere,” Feliz”.

Al ser discípulos, con esta misión debemos buscar la justicia social:

Esta vida en Jesucristo también tiene que traer consigo la justicia social, donde no existan personas marginadas y procurando la dignidad de cada ser humano, de acuerdo a que: La mirada cristiana sobre el ser humano permite percibir su valor que trasciende todo el universo[4]: “Dios nos ha mostrado de modo insuperable cómo ama a cada hombre, y con ello le confiere una dignidad infinita”[5].

En esta promoción de la dignidad humana debemos tener en cuenta que “Dios es el autor y dueño de la vida y el hombre”[6], como su imagen, posee una dignidad entregada por su Creador, la cual, debe ser respetada como tal.  Es más, en nuestra misión debemos entregar este mensaje de salvación: “en el Dios vivo revelado en Jesús se encuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana”[7].
De igual forma, debemos tener una opción preferencial por los pobres y excluidos, mirando y reconociendo en ellos el rostro de Cristo. A todos debemos sentirlos como nuestros hermanos sin importarnos su raza, su color de piel, su nacionalidad. Es nuestra fe en Cristo la que nos impulsa a servir a todos nuestros hermanos con gestos concretos, como dar de comer a quien no tiene comida, cobijar al desvalido[8].
Así mismo, no podemos proclamar la dignidad humana en ciertas ocasiones o para ciertos aspectos, sino que debe ser en todo momento, lugar y para todas las dimensiones del ser humano.
A raíz del fenómeno de la globalización han comenzado a surgir nuevos excluidos: los que viven en la calle, los migrantes, los enfermos, los adictos dependientes y los detenidos en cárceles. A las personas que viven en las calles debemos no sólo ayudarlos con comida o con una frazada para abrigarse, sino que debemos ayudarlos para que logren reinsertarse en la sociedad y comiencen a vivir dignamente a través de sus propios medios, por ejemplo conseguirles un trabajo.
A los migrantes debemos acogerlos como hermanos y apoyarlos para que surjan en nuestro país y puedan ayudar a la familia que dejaron en su país de origen.
Nuestro amor por el Señor nos hace querer la vida y denunciar cualquier abuso que se realice contra ella. Por ello, es nuestro deber combatir a todos aquellos que atenten contra la vida. De igual forma, debemos apoyar y acompañar a todos aquellos enfermos que estén solos en los centros de salud, y llevarles la Palabra debido a que la reciben con mucho afecto. También tenemos que comprometernos con aquellos enfermos que luchan contra una enfermedad incurable, sobre todo a los enfermos de SIDA.
Ante los adictos dependientes es conveniente realizar una labor en tres direcciones: prevención en los jóvenes para que amen la vida; acompañar a aquellos que ya consumen drogas para que venzan esta enfermedad y recuperen su dignidad; y, finalmente, ayudar a las autoridades denunciando a aquellos que promueven el consumo de drogas.
Por último, cabe señalar que, como cristianos, nos corresponde acompañar a todos los que se encuentran detenidos en las cárceles. Además, tenemos que presionar a las autoridades gubernamentales para que mejoren las cárceles y no se conviertan en escuelas para aprender a delinquir[9].
De esta manera estaremos luchando como discípulos misioneros por una Latinoamérica, por un mundo, en el cual, habite la justicia social, y realmente se cumpla el objetivo como lo habíamos anotado antes, de una sociedad mejor donde habite la vida de cristo en cada una de las personas sin exclusión alguna, y por consiguiente, todos cumplamos aquel mandamiento que nos dejó cristo, el de “amar al prójimo” (cf.  Mc, 12.28). De manera que, si lo cumplimos se harán realidad aquellas pautas dadas por los obispos y que mencionábamos anteriormente.

Formación de los Discípulos Misioneros:

Para concluir este ensayo, quiero tomar la parte de la formación, ahondando bastante en este tema, ya que este punto me parece fundamental para cada una de las personas que se quieran tomar esta misión en serio, de manera que, no podemos ser ignorantes para un mundo que cada día nos exige más, siendo esto así, a continuación me dirijo ampliamente a este tema tan importante.

En cuanto a la formación de los discípulos misioneros, desde mi punto de vista, primero que todo un discípulo misionero como todo bautizado está llamado a la Santidad, ese debe ser su primer objetivo, y lo segundo es la santificación de las demás personas, por esta razón, la vida coherente es fundamental.

El Documento de Aparecida, al respecto, afirma con seguridad que “la
Vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en
América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función  que desarrollen  en  la Iglesia”[10]. Dicha formación será auténticamente cristiana sólo en la medida que siga el método empleado por Jesús con sus discípulos que los invitaba a venir y ver. Para tal efecto, el Documento entrega algunos aspectos fundamentales del proceso y define criterios generales para llevarlo a la práctica.

Para describir el proceso  formativo, Aparecida destaca cinco  aspectos fundamentales que afloran de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí. Son diversas etapas de un mismo proceso:
a)    El encuentro con Jesucristo: tal encuentro es la etapa fundamental del proceso, sin la cual es imposible que se realice. Este encuentro con Cristo debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma, en particular, es el hilo conductor de todo el proceso que conduce a la madurez del discípulo misionero.
b)    La conversión: corresponde a la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en él por la acción del Espíritu y se decide a seguirlo cambiando su forma de pensar y vivir.
c)    El discipulado: corresponde a un estado de mayor madurez en el seguimiento del Maestro; por eso, la catequesis permanente y la vida sacramental son fundamentales para perseverar en la vida cristiana en medio del mundo.
d)    La comunión: la vida cristiana vivida en comunidad es criterio inequívoco de autenticidad, pues confiere el sello tan necesario de lo eclesial.
e)    La misión: el discípulo que conoce, ama y sigue a su Señor se ve en la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado a anunciar al mundo a Jesucristo  muerto  y  resucitado, a hacer realidad  el amor y  el servicio  a los más necesitados, a construir el Reino de Dios. No  hay  verdadero discipulado sin la misión[11].

Los aspectos o etapas antes señalados del proceso formativo, para que realmente puedan llevarse a cabo, necesitan de ciertos puntos de referencia o un marco  de acción que permita orientar adecuadamente dicho  proceso.
Aparecida establece los siguientes cinco criterios generales que deben conducir la formación de los discípulos misioneros en nuestro continente:
a) Una formación integral, kerygmática y permanente: El proceso formativo requiere que integre diversas dimensiones y que sea permanente y dinámica.
b) Una formación atenta a dimensiones diversas: La formación debe abordar distintas dimensiones que van dando solidez al discípulo misionero:
• La dimensión humana y comunitaria
• La dimensión espiritual
• La dimensión intelectual
• La dimensión pastoral y misionera
c) Una formación respetuosa de los procesos: Es necesario que se respeten los procesos personales en este camino y que se establezca en cada diócesis, como eje central, un  proyecto  orgánico  de formación  aprobado por el Obispo e implementado por equipos competentes en la materia.
d) Una formación que contempla el acompañamiento de los discípulos: Se requiere capacitar a quienes puedan  acompañar espiritual y  pastoralmente a otros, de manera que cada sector del Pueblo de Dios sea formado de acuerdo con la peculiar vocación y ministerio al que ha sido llamado. En particular, se subraya que la formación de los laicos y laicas debe ser en función de su misión en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad.
e) Una formación en la espiritualidad de la  acción misionera: Todo este proceso formativo no tendría sentido si no se basase en el estímulo de la docilidad al Espíritu Santo, a su potencia de vida que moviliza y transfigura las dimensiones de la existencia. No se trata de una simple devoción  intimista; más bien, se intenta dar espacio  al Espíritu  para que transforme los corazones de las personas y las anime a anunciar a Jesucristo[12].
También, el documento nos habla de una catequesis permanente, y de los lugares de formación, empezando por un espacio muy importante y es el de la familia, el cual, personalmente me parece muy importante ya que la formación empieza desde el hogar en la institución de una buena familia, también, se nos habla de otros espacios como el de la parroquia, las pequeñas comunidades eclesiales, los seminarios, y casas de formación religiosa entre otros.
No podríamos terminar el tema de la formación sin mencionar a aquella que nos antecede como perfecta discípula y misionera, María, quien, por su fe (cf. Lc 1,45) y obediencia a la voluntad de Dios (cf. Lc 1,38), así como por su constante meditación de la Palabra y de las acciones de Jesús (cf. Lc 2,19.51), es la discípula más perfecta del Señor[13]. Siendo esto así, tenemos que decir que en este proceso de formación no nos puede faltar el patrocinio de la Santísima virgen María, quien además, debe ser nuestro modelo en este caminar de ser discípulos misioneros de Cristo.
Para concluir, después de haber hablado del llamado a ser discípulos misioneros, de haber hablado de la problemática social y del itinerario de formación etc. tengo que decir, siento que me he quedado corto, ya que son muchas más las apreciaciones que se podrían hacer, acerca de este tema que nos ha propuesto la V conferencia episcopal.
Por último, cabe hacer una invitación, y es a que nos tomemos en serio este camino,  para que aquel plan que se nos propone en Aparecida por la gracia de Dios llegue a su feliz término.



                                                                                                   Yeison Salazar


[1] Discurso inaugural de Su Santidad Benedicto XVI.
[2] Documento conclusivo Aparecida, 22. Será citado como DA.
[3] DA 356.
[4] DA 388.
[5]JUAN PABLO II, Mensaje a los discapacitados, Ángelus, 16 de noviembre de 1980.
[6] DA 388.
[7] DA 389.
[8] Cf. DA 8.3.
[9] Cf. DA cap,8
[10] DA 276.
[11]Cf.  DA Cap,6.2.1
[12] Cf. DA cap,6
[13] Cf. LG 53.

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